Ni los más entusiastas de la Nueva Izquierda hubieran podido imaginar el aplastante triunfo de su líder. La verdad sea dicha, no podía ser de otra manera, sobre todo cuando se partía de la falsa premisa de que apoyar a Camilo era respaldar a la Presidenta. Pero bueno, ya es agua pasada.
Seamos positivos y concordemos entonces que el apoyo a la Presidenta es mayoritario, aplastante y que el segundo tiempo tiene a un Partido Socialista cuadrado con el Gobierno.
Resuelto el “dilema central” de los comicios del 27 de abril uno descansa y queda tranquilo. Ahora ya se puede pensar en un tema secundario y casi intrascendente y que, por supuesto, a nadie le quita el sueño: La Constitución de la Mesa del Partido y su Comité Central.
Es en estos días donde nuestros sacrificados dirigentes tendrán que mostrar que actúan en bien del Partido. Una de sus primeras obligaciones es apreciar los resultados de la votación en su justa dimensión, sin olvidar el sistema electoral interno que nos rige y la desigualdad de recursos en la lucha interna; incorporar a la mesa a todos y cada uno de los sectores (y, de paso, dejarnos un espacio a los independientes); trabajar seriamente en el fortalecimiento partidario, y, por último -no creo que sea mucho pedir-, presentar de una vez por todas las resoluciones del XXVIII Congreso.
Seamos positivos y concordemos entonces que el apoyo a la Presidenta es mayoritario, aplastante y que el segundo tiempo tiene a un Partido Socialista cuadrado con el Gobierno.
Resuelto el “dilema central” de los comicios del 27 de abril uno descansa y queda tranquilo. Ahora ya se puede pensar en un tema secundario y casi intrascendente y que, por supuesto, a nadie le quita el sueño: La Constitución de la Mesa del Partido y su Comité Central.
Es en estos días donde nuestros sacrificados dirigentes tendrán que mostrar que actúan en bien del Partido. Una de sus primeras obligaciones es apreciar los resultados de la votación en su justa dimensión, sin olvidar el sistema electoral interno que nos rige y la desigualdad de recursos en la lucha interna; incorporar a la mesa a todos y cada uno de los sectores (y, de paso, dejarnos un espacio a los independientes); trabajar seriamente en el fortalecimiento partidario, y, por último -no creo que sea mucho pedir-, presentar de una vez por todas las resoluciones del XXVIII Congreso.