Desde pequeña, mi hija Marisol siempre deseó dos cosas: ser periodista y visitar Cuba. El primer deseo ya está pronto a cumplirse. Está en quinto año y por tanto falta la nada misma para que se titule. Con el segundo las aproximaciones han sido de diferente naturaleza: conocimiento cultural, largas lecturas sobre la revolución, el Che y Fidel; incluso su tesis la hizo sobre Cuba. Frente a tanto entusiasmo de la pequeña, ¿qué puede hacer una madre? Lo que haría cualquier madre si tuviera posibilidades: hacer realidad ese anhelado viaje.
En Marzo del año pasado decidimos juntar plata, aprovechar las promociones 2 x 1, el dólar a 480 pesos y al más puro estilo europeo planificamos nuestras vacaciones con diez meses de anticipación. El 15 de enero de 2009 viajaríamos finalmente a la Isla, visitaríamos, el museo de la revolución, el Cuartel Moncada, El Museo de la Clandestinidad, la tumba del Che… Ese día, a las cuatro de la mañana, cansados pero felices, con mis dos hijos y nuestros bártulos nos embarcaríamos. En algún momento recordé mis antiguos viajes a Cuba, las largas conversaciones que teníamos con Víctor (el papá de los niños) sobre el futuro de nuestro país, acerca cómo sería Chile en democracia. Habían pasado ya demasiados años.
En un segundo todo cambió. Ocurrió lo inimaginable no obstante lo meticulosa y precavida que soy (obsesiva, al decir de mi amiga Ely) , que hasta botiquín llevaba para el viaje. Hubo algo que nunca revisé, ni siquiera cuando fui al consulado a sacar las visas: la fecha de caducidad de los pasaportes. El día del viaje la única que tenía pasaporte al día era mi hija Marisol. A las seis de la mañana estábamos de vuelta en casa. El único comentario que se oyó fue: no era nuestro momento, por algo será. Así y todo, un par de horas después fuimos al Registro Civil y allí nos enteramos que recibiríamos nuestros nuevos pasaportes sólo después de seis días hábiles.
En el intertanto había que ver qué podíamos hacer con los pasajes y así nos enredamos en una larga historia, en la que las posibilidades de embarcarnos a Cuba se esfumaban con el pasar de las horas. Cundía el desánimo y la frustración Hasta que finalmente a las nueve de la noche en tono firme y energético dije: “Ya, chicos, a bajar las maletas, saquemos lo que no vamos a necesitar y mañana a primera hora partimos… Estamos de vacaciones…” Los dos incrédulos me miraron y empezaron a apremiarme. ¿Adónde vamos a ir?, era la pregunta. Le respondí que al Norte. Pero ¿adónde? ¿en qué? “Ya, vamos moviéndonos, menos lamento y a cargar el auto. Mañana a primera hora nos iremos al norte adonde nos lleve el camino”, dije.
Abrimos la botella de vino que pensábamos tomar en La Habana, hicimos un jocoso repaso de nuestra tragicómica jornada y cuando volvió a plantearse la pregunta sobre el destino del viajar. sin titubear dije: Bahía Inglesa. No tenía la menor idea de dónde quedaba, pero alguna vez a alguien le oí que era un lugar muy hermoso
Resumiendo, de la exuberante naturaleza caribeña que imaginaban los niños pasamos a los misterios del desierto de Atacama. Luego de más de 800 kilómetros de carretera terminamos en un lugar paradisíaco, con los mismos códigos, las mismas fisonomías, las mismas conversaciones que se oyen en los cafés de Santiago. Efectivamente, no era lo que habíamos planificado, pero concluimos que lo más importante era estar juntos, cumpliendo con el objetivo, que era descansar, regalonear, desconectarse y cargar pilas para este nuevo año, que en lo familiar nos plantea muchos desafíos académicos.
Todo lo anterior, ¿Tendrá algo que ver con el acontecer político? Imagino que la concertación tendrá claro que el objetivo para el próximo período, no es ganar las elecciones por mantenerse en el poder. Imagino que la candidatura única en la concertación responde a la convicción de los partidos que la componen que se requieren transformaciones profundas en el modelo económico neoliberal, en el sistema político con una nueva constitución, un Estado de bienestar. Imagino que no será más de lo mismo…y con los mismos.
Parece que he tomado mucho sol y estoy imaginando demasiado…
En Marzo del año pasado decidimos juntar plata, aprovechar las promociones 2 x 1, el dólar a 480 pesos y al más puro estilo europeo planificamos nuestras vacaciones con diez meses de anticipación. El 15 de enero de 2009 viajaríamos finalmente a la Isla, visitaríamos, el museo de la revolución, el Cuartel Moncada, El Museo de la Clandestinidad, la tumba del Che… Ese día, a las cuatro de la mañana, cansados pero felices, con mis dos hijos y nuestros bártulos nos embarcaríamos. En algún momento recordé mis antiguos viajes a Cuba, las largas conversaciones que teníamos con Víctor (el papá de los niños) sobre el futuro de nuestro país, acerca cómo sería Chile en democracia. Habían pasado ya demasiados años.
En un segundo todo cambió. Ocurrió lo inimaginable no obstante lo meticulosa y precavida que soy (obsesiva, al decir de mi amiga Ely) , que hasta botiquín llevaba para el viaje. Hubo algo que nunca revisé, ni siquiera cuando fui al consulado a sacar las visas: la fecha de caducidad de los pasaportes. El día del viaje la única que tenía pasaporte al día era mi hija Marisol. A las seis de la mañana estábamos de vuelta en casa. El único comentario que se oyó fue: no era nuestro momento, por algo será. Así y todo, un par de horas después fuimos al Registro Civil y allí nos enteramos que recibiríamos nuestros nuevos pasaportes sólo después de seis días hábiles.
En el intertanto había que ver qué podíamos hacer con los pasajes y así nos enredamos en una larga historia, en la que las posibilidades de embarcarnos a Cuba se esfumaban con el pasar de las horas. Cundía el desánimo y la frustración Hasta que finalmente a las nueve de la noche en tono firme y energético dije: “Ya, chicos, a bajar las maletas, saquemos lo que no vamos a necesitar y mañana a primera hora partimos… Estamos de vacaciones…” Los dos incrédulos me miraron y empezaron a apremiarme. ¿Adónde vamos a ir?, era la pregunta. Le respondí que al Norte. Pero ¿adónde? ¿en qué? “Ya, vamos moviéndonos, menos lamento y a cargar el auto. Mañana a primera hora nos iremos al norte adonde nos lleve el camino”, dije.
Abrimos la botella de vino que pensábamos tomar en La Habana, hicimos un jocoso repaso de nuestra tragicómica jornada y cuando volvió a plantearse la pregunta sobre el destino del viajar. sin titubear dije: Bahía Inglesa. No tenía la menor idea de dónde quedaba, pero alguna vez a alguien le oí que era un lugar muy hermoso
Resumiendo, de la exuberante naturaleza caribeña que imaginaban los niños pasamos a los misterios del desierto de Atacama. Luego de más de 800 kilómetros de carretera terminamos en un lugar paradisíaco, con los mismos códigos, las mismas fisonomías, las mismas conversaciones que se oyen en los cafés de Santiago. Efectivamente, no era lo que habíamos planificado, pero concluimos que lo más importante era estar juntos, cumpliendo con el objetivo, que era descansar, regalonear, desconectarse y cargar pilas para este nuevo año, que en lo familiar nos plantea muchos desafíos académicos.
Todo lo anterior, ¿Tendrá algo que ver con el acontecer político? Imagino que la concertación tendrá claro que el objetivo para el próximo período, no es ganar las elecciones por mantenerse en el poder. Imagino que la candidatura única en la concertación responde a la convicción de los partidos que la componen que se requieren transformaciones profundas en el modelo económico neoliberal, en el sistema político con una nueva constitución, un Estado de bienestar. Imagino que no será más de lo mismo…y con los mismos.
Parece que he tomado mucho sol y estoy imaginando demasiado…