sábado, 20 de septiembre de 2008

De Te Deum laudamus, elecciones y otras yerbas o simplemente en septiembre no hay primera sin segunda



El Te Deum Ecuménico del 18 de septiembre de 1972 sería el segundo de este tipo y el último del Presidente Salvador Allende. En esta foto tomada ese día a su derecha se encuentra el Presidente del Senado, Ignacio Palma, y a su izquierda, el Presidente de la Corte Suprema, Manuel Urrutia, y el Ministro del Interior, Jaime Suárez.

Al asumir como Presidente de la República en noviembre de 1970, el Dr. Salvador Allende G. al entonces Arzobispo de Santiago, Cardenal Raúl Silva Henríquez, que el Te Deum tuviera carácter ecuménico, a lo cual éste accedió. Así, en 1971 el Cardenal Raúl Silva Henríquez invitó a la Catedral Metropolitana de Santiago a obispos y pastores de otras Iglesias a participar con sus oraciones en la ceremonia. De modo que el Te Deum Ecuménico es otro de los legados de Salvador Allende.

Te Deum laundamus, que significa A ti, Dios te alabamos, es un himno muy antiguo cuyos orígenes se remontan al siglo IV y se le atribuye a San Ambrosio su composición.

Este canto de acción de gracias a Dios, se instaló en nuestras tradiciones en 1811 cuando José Miguel Carrera pidió a la autoridad eclesiástica de la época que se celebrara para conmemorar el primer aniversario de la Junta Nacional de Gobierno. Grandes compositores de todo tiempo y lugar han aprovechado para elaborar exquisitas piezas musicales para coro y orquesta. En Chile , la música del Maestro Vicente Bianchi nos acompañó desde 1970 al 2000. El año pasado se estrenó una versión cuya música es obra de Fernando Carrasco.

Siguiendo con la historia, en un comienzo este canto de gracias se entonaba al final de la misa. Se dice que fue a petición de Miguel Luis Amunátegui que en 1870 el Te Deum se comenzó a celebrar cada 18 de Septiembre sin eucaristía. (En aquella época para recibir la comunión se requerían varios días de ayuno).
Empiezo a buscar alguna fuente que me corrobore que fue Amunátegui el autor de la iniciativa. Los textos que encuentro en internet dicen todos lo mismo, pero por alguna razón no terminan de convencerme. La duda me intranquiliza y parto a mi escritorio a buscar en la biblioteca la Historia de Chile de Encina-Castedo. Debo admitir que no hallé la respuesta.

Sin embargo, lo que encontré durante la búsqueda hizo que olvidara la razón que me llevó de abrir el Tomo II de Encina Castedo. Amunátegui, Ministro del Interior en la segunda administración de JJ Pérez, al exponer su programa en la Cámara de Diputados afirmó: “Los gobiernos tienen el imperioso deber de garantir a todos la más amplia libertad para difundir sus ideas y hacerlas aceptar; pero, al mismo tiempo, tienen el no menos santo de evitar, en cuanto de ellos dependa, los arranques y discordias civiles…” “La diversidad de opiniones, conveniente y necesaria, no justifica en ningún modo la existencia de odios profundos y encarnizados entre los individuos de una misma nación, entre hermanos que deben trabajar por la prosperidad de la patria común.”

Me entusiasmo y sigo leyendo. Me encuentro con la libertad de exámenes promulgada el 15 de enero de 1872 por el Ministro Abdón Cifuentes pero esa gran iniciativa me parece la nada misma cuando descubro que Amunátegui en el Gobierno de Aníbal Pinto, siendo Ministro de Justicia e Instrucción Pública, resolvió por decreto, dictado del 6 de febrero de 1877, que las mujeres podíamos ser admitidas a rendir exámenes válidos en la Universidad de Chile para optar a títulos profesionales siempre que nos sometiésemos a las mismas condiciones de los hombres.

¡Grande Amunátegui!

Qué dirías hoy si vieras a una mujer Presidenta en Chile en un Te Deum Ecuménico justo además al día siguiente de que Salvador Allende ganase su segunda elección…Esta vez desde la eternidad, como el personaje más importante de nuestra historia.

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